OPOSITA, QUE ALGO
QUEDA. Mi columna en SUR el 22-7-2013
Mi homenaje a los
que han elegido el duro e incierto camino de las oposiciones
De lunes a domingo, todos los días iguales
salvo el descanso preceptivo de un día o día y medio (dependiendo del grado de
“crueldad” del preparador), la mesa, los libros, los apuntes y el temario de la
convocatoria que mira una y otra vez porque no se puede imaginar lo extenso e
inabarcable que llega a ser. Este es el entorno diario de una entrañable
figura, el/la opositor/a, sí queridos lectores, esos jóvenes que después de
cursar sus estudios deciden dedicar sus conocimientos y futuro profesional a la Función Pública ,
tan denostada desde la inquina a lo público que sienten algunos sectores a los
que les encantaría unas Administraciones raquíticas y la mayoría de los
servicios en manos de los “paladines” del mercado.
Llevo muchos años dando clases y he visto más
de 25 promociones de estudiantes de Derecho, Relaciones Laborales y de
Económicas donde hay de todo; es un honor y una gran responsabilidad que
algunos de estos chicos te pidan consejo sobre su futuro profesional y uno
procura orientarlos según sus capacidades y expectativas. Hay algunos a los que se les ve madera de profesionales
libres (abogados, economistas, graduados sociales…) con su esencial papel en la
sociedad; otros parecen encajar en el perfil de empresarios o de asalariados
cualificados, tan necesarios para contar con una economía dinámica, y siempre
te encuentras a un grupo reducido de alumnos que reúnen características de
dedicación al estudio, vocación de servicio público y capacidad de sacrificio,
a los que siempre aconsejo que preparen oposiciones. Por supuesto que esas
cualidades no son privativas de los opositores, pero mi experiencia me enseña
que reunidas todas y con especial intensidad en un joven estudiante o recién
graduado, permiten augurar que, tras la dura preparación durante años, la
sociedad pueda contar con excelentes empleados públicos.
Imagínense los lectores como resuena en la
cabeza de un opositor, encerrado en su cuarto de estudio durante años,
decisiones como la congelación de las ofertas de empleo público y la inquietud
más que justificada de que sus ojos, con pestañas quemadas de tanto estudiar,
nunca vean el día en que tomen posesión de su puesto de trabajo porque no han
tenido la oportunidad de examinarse en justa competencia con sus compañeros de
convocatoria. Han elegido el camino duro de ganar su futuro utilizando en
exclusiva su mérito y su capacidad, sin deberle nada a nadie, precisamente para
garantizar la objetividad en el servicio de los intereses generales como impone
la Constitución. Por
eso el nepotismo y el asalto a las plantillas públicas, son prácticas gravísimas
que erosionan el Estado de Derecho y que deben ser fiscalizadas y erradicadas
de nuestras Administraciones Públicas. Pero volvamos a nuestro joven opositor,
que ve como cumple años y sigue siendo estudiante, que sufre el “síndrome” de
las oposiciones, ¿qué hago?, ¿será esto lo mío?, con todos los proyectos
vitales pendientes del deseado día en que su nombre aparezca en el BOE con su nombramiento
como funcionario. Cada vez que estas chicas y chicos leen en la prensa un caso
de enchufismo las tripas se les revuelve, se lo comentan a su guardia
“pretoriana” de afectos y apoyo (sus padres, novio/a, amigos y compañeros de
preparación, no hay tiempo para más vida social), pero siguen estudiando, hay
que cumplir el programa de la semana antes de “cantar” al preparador, y puede
que, ¡paradojas de la vida!, el tema que les toque sea el Empleo Público, con la
Constitución y la Ley que exige que accedan al mismo los que hayan
demostrado mayores méritos y capacidad en pruebas objetivas con tribunales de
selección profesionales; cuando repasen estas elementales reglas tan preñadas
de igualdad y justicia seguirán convencidos de que no se han equivocado, que
vale la pena seguir y que unos golfos que se creen que la Administración es
su cortijo no les van a apartar de esa
senda incierta de las oposiciones.
Quería rendir este homenaje a los opositores
y opositoras (son más y en general más disciplinadas), a los que lo han sido
(la sacaran o no), a los que ahora se “chupan” temas tras temas y a los que
asumirán en el futuro esta dura condición si este gobierno no termina de rematar
el Empleo Público. Yo he sido uno de ellos y he ayudado a preparar a muchos
esos interminables temarios, sé de lo que hablo y desde esa experiencia tengo
la convicción de que una de las instituciones más efectiva para dar
cumplimiento al principio de igualdad es precisamente la oposición libre, a
pelo, duras pero justas, donde al tribunal le interese en exclusiva los
conocimientos demostrados y le importe un pepino el apellido, ideología o clase
social del opositor. Y terminemos con humor,
Chico y Ortiz en su libro “Oposita, que algo queda” nos demuestra que en
materia tan árida como ésta hay sitio para las anécdotas y la nostalgia.
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