LEER NO DA URTICARIA
Los tebeos han sido colaboradores necesarios para generar muchos
lectores en España.
Largas colas para la adquisición
de un libro de una autora novel y la tercera edición en apenas dos días. A
primera vista sería una noticia a celebrar, autores que escriben, editoriales
que arriesgan dinero para su publicación y lectores que responden y permiten
mantener una actividad cultural y a la vez industrial. Pero la novedad no
estriba en este hecho en sí, que puede ocurrir de vez en cuando con un
best-seller; más bien llama la atención el perfil de la autora, Belén Esteban,
personaje mediático como consecuencia de su vida sentimental y su frecuente
participación en tertulias televisivas de los llamados programas del corazón.
Lo que esta señora tenga que contar y lo que
sus lectores ansíen leer es algo que responde a un consumo desaforado de
chismes, escándalos y debates donde tiene más razón el que grita y monta la
bronca más gorda. En cualquier caso, debe quedar claro que su “mérito” no se fundamenta
en ser una chica modesta de un barrio popular; mujeres y hombres de familias y
barrios humildes pueblan los número uno de promociones de científicos,
artistas, sabios profesores o brillantes profesionales y trabajadores
cualificados. El gancho de ser una supuesta autora del “pueblo” que escribe
sobre cosas que a la gente normal interesa, es producto de un marketing
diseñado de forma impecable y que seguro que han planificado personas que han
leído libros algo más profundos que el que han ayudado a promocionar. La
cultura y el buen gusto literario no es monopolio de ningún sector social, y
aunque no hagan cola, supongo que más de un habitante de Pijolandia andará a
estas horas devorando las aventuras de esta famosa señora.
Vaya por delante que cada cual
puede escribir y leer lo que estime conveniente, y la verdad es que tampoco
entiendo la sorpresa que ha causado este “éxito” editorial; el libro en
cuestión supongo que será la versión escrita de los programas de consumo masivo
en televisión, donde se trivializa hasta extremos indecorosos las relaciones
sentimentales o familiares de algunas personas y se exponen sin rubor alguno al
conocimiento público. La señora Esteban y su editorial han logrado que una
parte (no creo que muy grande) de sus “admiradores” pasen del sofá y mando de
tv al contacto con el papel y la letra impresa, aunque lo que se lea no pase a
la historia de la filosofía ni de la literatura. Y esta señora no es la
única, basta con repasar algunos
ejemplos en los últimos tiempos para comprobar
que hay personas que compran un libro porque alguien aparezca en televisión,
aunque su estilo y trayectoria no refleje precisamente mimbres para rellenar un
par de folios.
Seamos optimistas, si un porcentaje
de estos “nuevos” lectores, forofos de la señora. Esteban, se pasan a la tribu
de los que no padecen urticaria por el contacto habitual con la letra impresa,
bienvenidos sean. Hay otros y mejores ejemplos de una fuerte motivación que te hacen pasar de forma
incondicional a la lectura. Recuerdo la rabia que me daba cuando yo no sabía
aún leer y veía a mis dos hermanos mayores con los tebeos, historietas de la
época, y aquello debía ser divertido porque con la ayuda de la Escuela me puse a
comprender el alfabeto y hasta la presente. Sí, es verdad, no fueron los
clásicos, Julio Verne, Dumas, Charles Dickens, Mark Twain…, esos vinieron poco
después; yo quería aprender a leer para reírme con los personajes de
revistillas como Pulgarcito, el DDT o el Tío Vivo, y personajes como Carpanta
(que hambre tenía siempre este hombre, supongo que la se pasaba en la
postguerra lo inspiró en su tiempo), Pascual, criado leal, El doctor
Cataplasma, Gordito Relleno, Zipi y Zape (ese padre, decimonónico con esos
batines y patillas), Doña Urraca, Petra, criada para todo (con esa jefa tan
enorme), las familia Trapisonda y Cebolleta, Rigoberto Picaporte, solterón de
mucho porte (los subtítulos eran la repera) o Anacleto, agente secreto.
Mortadelo y Filemón, de Ibáñez, eran y son mis preferidos; mi hijo se aficionó
de niño y tenemos una buena colección en casa. Dibujos de aventuras, El Capitán
Trueno, Jabato o hazañas bélicas también se leían mucho en esa época; mucho
después me enteré que el guionista de las dos primeras era Víctor Mora Pujadas,
militante del PSUC (comunistas catalanes) y que estuvo preso algún tiempo con
Franco.
De los antiguos tebeos apenas
conservo alguno. Los puretas como yo recordarán que eran cuadernillos muy
endebles y que se rompían pronto; como anécdota, les diré que yo he conocido
tiendas donde se alquilaban tebeos, sí, pagabas no sé cuanto, poco supongo y te
llevabas a casa algunos para devolverlos a la semana. Los tebeos, esas
revistillas modestas, han sido colaboradores necesarios para generar muchos
lectores en España.