domingo, 27 de octubre de 2013



 
la “doctrina Parot”

 
Ni en el Tribunal Supremo son unos fascistas ni en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos son amigos de los terroristas.

 “Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres, las más veces, serán sin remedio”. Este sabio consejo se lo da don Quijote a Sancho antes de ir a gobernar la ínsula Barataria en la segunda parte de esa joya de la literatura universal  que es el “Quijote”, y podría constituir la oportuna síntesis de una de las bases de las sociedades civilizadas, aquella por la que los conflictos y agravios que podamos recibir deben ser enjuiciados y resueltos por un tercero, un juez,  que actuando conforme a la Ley ofrezca la respuesta, en el caso penal, que la sociedad en cada momento entienda proporcionada en atención a las penas previstas en el Código Penal. Es decir, no cabe la autotutela de tus legítimos deseos de condena al delincuente que te ha hecho un daño directo, ya que es natural y plenamente comprensible que las víctimas quieran una condena equivalente al daño provocado por el delincuente, pero esa es la diferencia entre nosotros y los terroristas (y otros de similar ralea), no podemos bajar a su sucio nivel, y respetamos sus derechos aunque esa chusma haya convertido en profesión pisotear los nuestros.

 

Un aluvión de comentarios ha suscitado la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por la se declara que la llamada doctrina "Parot” vulnera el artículo 5 del Convenio Europeo de Derechos Humanos al aplicar el Tribunal Supremo de forma retroactiva jurisprudencia más desfavorable al reo. La doctrina “Parot” tiene su origen en la sentencia del Tribunal Supremo del 28 de febrero de 2006 por la que los beneficios penitenciarios se aplican respecto de la totalidad de las penas impuestas en las sentencias y no sobre el máximo legal permitido en el Código Penal; esta doctrina del TS evidentemente posibilita una mayor permanencia en prisión del condenado y su revisión por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reduce de manera importante la misma. Por tanto no se cuestiona el sistema penal español ni la sentencia “pone” coto a una supuesta vulneración sistemática de los derechos humanos en España; presentarlo de esta forma es desconocer los términos del debate, con independencia de que se esté a favor o en contra de la “doctrina Parot”. Se habla menos de que en 2003 se cambia el Código Penal (Ley Orgánica 7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas) y si los delitos de la etarra  Inés del Río terrorista  se hubieran cometido a partir de esa reforma seguiría en la cárcel hasta 40 años, y la doctrina emanada de la referida sentencia no cuestiona en absoluto esta situación de ampliación efectiva del cumplimiento efectivo de las condenas.

 

Por todo esto me parece muy imprudente que, sin un mínimo conocimiento de estos datos básicos, algunos inicien un repique de campana para alabar esta sentencia como un supuesto “triunfo” de los derechos humanos de los reos, presentando al sistema penal español como una república bananera.  Por otra parte, comprendo el rechazo de unas víctimas con los nervios a flor de piel (han matado a sus seres queridos), a mí tampoco me gusta ver en la calle a esta etarra asesina al día siguiente de la sentencia, pero el  dolor de las víctimas del terrorismo, violaciones, asesinatos y otros crímenes horrendos debe ser respetado, nunca utilizado de forma torticera por unos extremistas que  te convierten de forma automática en amigo de ETA si no aceptas al dedillo sus bravuconadas, intentando monopolizar la natural rabia de las víctimas.

 

Se cuenta que, para pelotear de forma indecente al golfo de Fernando VII, el rector de la Universidad de Cervera mostró su adhesión al Rey traidor afirmando que “lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir”; me temo que algunos se han adherido a tan “intelectual” hábito, y hablan, insultan y dictaminan, sin perder el tiempo en discurrir un mínimo sobre una cuestión que, por afectar al dolor de quien ha sufrido una violencia extrema, debe ser abordada con una exquisita sensibilidad, y por la complejidad que tiene exige la mesura que debe otorgar el conocimiento y la razón.

 

Hay que conseguir un debate sereno y responsable, ni en el Tribunal Supremo son unos fascistas por aplicar la “doctrina Parot” ni en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos son amigos de los terroristas por sentenciar en su contra.

 

lunes, 14 de octubre de 2013


 
EL DISCURSO DE CHARLOT

Mi columna de ayer en SUR. 

De todos y todas depende que la humanidad jamás pase por algo tan vil y asesino como el nazismo.

 

“Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad. Soldados: En nombre de la democracia, debemos unirnos todos." Así acabó el discurso el humilde barbero judío (interpretado magistralmente por Chaplin), quien usurpando la identidad de Hynkel (parodia de Hitler) sintetizó la repulsa total al nazismo y su obscena borrachera de sangre y odio. El cine Capitol, en la malagueña calle mármoles, rugió con un emocionado aplauso a esta escena del “Gran Dictador”, que no se pudo estrenar en España hasta la muerte de Franco, compañero de fechorías del personaje malo de la película. Lo recuerdo como si fuera ayer, porque junto con mi hermano Manolo era uno de los espectadores que aplaudían a rabiar ante ese pequeño soplo de libertad en una España que salía de una dictadura avanzando a duras penas a la Democracia, que con todas sus imperfecciones, estoy dispuesto a defender con uñas y dientes ante tanto iluminado de variado pelaje que vocifera su sustitución por la paz, pero la de los cementerios.

 

No puedo saber lo que tienen en la cabeza estas “bestias pardas” que bajo todo tipo de ropaje y simbología, se dedican al negocio de la muerte, el pateo de personas indefensas, la amenaza y a otros tipos del Código Penal. La raza, la unidad de la Patria o el anticomunismo son los iconos de esta cuadrilla; al igual que sus mayores, los que asolaron el mundo hace más de 70 años. La Democracia, la decencia, la dignidad del ser humano son signos de debilidad frente a la rocosa dureza de unas cabezas huecas de ideas rodeadas de un casco que no les permiten oír el dolor de sus víctimas. Y digo que no sé lo que tienen en la cabeza, porque en las venas sólo debe circular horchata; ¿cómo se puede elogiar y admirar a unos carniceros que superaron con creces cualquier otro episodio de la maldad humana a lo largo de la Historia? Los comandos móviles que masacraban poblaciones enteras en gigantescas fosas comunes, los campos de exterminio donde la vida o la muerte dependen del capricho de un psicópata asesino con una calavera en la gorra, y en todo caso el hambre y las enfermedades remataban la tarea. Me niego a seguir poniendo ejemplos, es tan obvia la maldad intrínseca del nazismo (y su primo hermano, el fascismo), verificada por tan dolorosas experiencias históricas, que esta gente no cabe en Democracia, son la antítesis de la misma.

 

No se trata de condenar ideologías; saben los lectores que yo defiendo la mía con el mismo vigor con el que lucharía para que cualquiera pueda tener la suya. Ser de derechas, de izquierdas, conservador, comunista, socialista, liberal…es una legítima opción al amparo del pluralismo político consagrado en el artículo 1 de la Constitución, sobre la base del respeto por todos de la democracia y los derechos fundamentales. El nazismo y el fascismo asientan su opción vital sobre la erradicación de esos valores y llegado el caso, la eliminación física de todos los que no piensen como ellos. Esa es la gran diferencia entre ellos y nosotros, y en ese “nosotros” estaré codo a codo con quien esté a años luz de mi visión del mundo, pero que seguro que acabaría conmigo ante un pelotón de fusilamiento si esta escoria llegara al poder. Y para que  no quepa duda alguna, si a lo largo de la historia algunos criminales han utilizado también el terror, arrasando a sangre y fuego la vida humana, son de la misma calaña y merecen el mismo desprecio que los nazis, aunque se pusieran una estrella roja en sus gorros. Si existe infierno, seguro que a Stalin lo han puesto en la misma suite que a Hitler, Mussolini o a Franco.

 

Tolerancia cero con estos indeseables; en España los grupos neonazis han protagonizados demasiados hechos delictivos para que no se pueda establecer una directa relación entre el delincuente que mata o lesiona y sus inspiradores y protectores políticos. Ya hay en España muertos, heridos, asaltos, agresiones, amenazas, delitos todos preñados del odio de la esvástica nazi. Con todas las garantías procesales (las mismas que ellos mandarían a la basura), si se logra acumular pruebas en ese sentido, no hay que dudar a la hora de actuar contra la cúpula de la extrema derecha española, al igual que en Grecia se ha hecho con el  partido nazi Amanecer Dorado. Quizás aún se podría evitar que algún joven pasara de las consignas simplistas al barro del delito y el odio que le marcará toda su vida.

 

“El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.”; esto decía el humilde y digno barbero en el mencionado discurso. De todos y todas depende que la humanidad vuelva a pasar por algo tan vil y asesino como el nazismo. Las crisis económicas son caldo de cultivo para estos fanáticos, por lo que recordando de nuevo al genial Charlot, “luchemos por un mundo nuevo, digno y noble”

 

 

 

 

 

viernes, 11 de octubre de 2013



 
HAMBRE SIN FRONTERAS

 

Mi columna en SUR del pasado lunes
 
La pobreza no se puede esconder debajo de la alfombra.

 

Se llamaba Piertr Piskozub, un ciudadano polaco que vivía en las calles de Sevilla; terminó su corta trayectoria en este mundo en un albergue municipal, tumbado en un sofá, parecía dormido, pero su cuerpo no daba más de sí. No se conoce las causas directas de su muerte, y un Juzgado las está investigando, pero el joven presentaba síntomas de deshidratación y desnutrición. Estos son los hechos objetivos, que hay que valorar con toda la sensibilidad y prudencia de este mundo, la primera para que no vuelva a ocurrir y la segunda para evitar disparar al aire antes de contar con más datos sobre este caso extremo de exclusión social. Para decirlo con más claridad, quiero creer que nadie en su sano juicio ha omitido prestaciones sanitarias o sociales básicas que pudieran evitar la muerte directa del joven Piertr. No participaré en ninguna caza de médicos ni trabajadores sociales, y confío en que la investigación judicial lo aclare todo.

 

Pero algo ha fallado. Los dispositivos públicos que tendrían que evitar que un ser humano caiga en situaciones tan sangrantes de pobreza,  no son suficientes para evitar que en nuestras calles el hambre sea una realidad cotidiana para muchas miles de personas, niños incluidos. El hambre, pasado un umbral, provoca la muerte, pero también mata la autoestima y la dignidad de muchos padres que no saben ya lo que hacer para que sus hijos puedan comer tres veces al día. Por eso no se puede entender que un alto dirigente del partido del Gobierno culpe a los padres de la desnutrición de sus hijos, y clama al cielo que un periodista que trabaja en la cadena de la conferencia episcopal se tome a guasa la medida de las autoridades andaluzas que pretende garantizar  comidas a los niños en los comedores escolares. No se puede deformar la realidad, ni España es una novela de Dickens, con niños harapientos y explotados poblando las calles, pero hay centenares de miles de hogares donde hay hambre y pobreza, y como señala José Esquinas, ingeniero agrónomo que ha trabajado 30 años en la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación),"España está viviendo un retroceso brutal en términos de hambre y sobre todo en malnutrición infantil", recordando que alrededor de nosotros los índices de malnutrición señalan que uno de cada cuatro niños no recibe una alimentación adecuada, según el último informe de Unicef.

 

Tiramos una parte importante de la comida que se compra a la basura, y según la FAO se produce alimentos como para alimentar hasta a un 70% más de la población mundial actual. Unos 842 millones de personas, cerca de uno de cada ocho habitantes del planeta, padecieron hambre crónico en 2011-13, según la misma agencia internacional. Para que se nos caiga la cara de vergüenza, por la parte que nos toca, y por mantener un sistema socioeconómico tan inmoral e inhumano. Para que de una vez se les caiga el chiringuito a los desalmados que ponen por encima sus intereses económicos frente al sufrimiento de tantas personas. Lo del mundo se arreglará con menos gastos militares, más cooperación internacional y ante todo con una estructura económica internacional radicalmente distinta a la que da lugar a esta desigual distribución de la riqueza en nuestro planeta.

 

En España, que logremos erradicar el hambre (que no es otra cosa que la expresión más dramática de la pobreza y la exclusión social), dependerá de que sepamos mantener los sistemas de protección social (sanidad, educación, seguridad social y servicios sociales) con suficientes recursos humanos y materiales para asegurar una vida digna a los ciudadanos, no hay otra alternativa, amigos y amigas. La solidaridad personal, familiar, las asociativas, las de la Iglesia Católica y demás Confesiones son de vital importancia, pero no pueden ni deben sustituir la obligación de los poderes públicos de remover los obstáculos para la igualdad sea real y efectiva entre todas las personas. La bondad y la voluntad de ayudar nos dignifica como personas, pero es la justicia social el instrumento de la colectividad  para garantizar que nadie se quede en la cuneta porque en su casa el paro en entrado para no salir. Con lo que está cayendo, hay gente que sigue  creyendo en la mano invisible del mercado y que repudian cualquier intervención pública en el mismo; allá ellos, pero la pobreza no se puede esconder debajo de la alfombra.