PERIODISTAS
Sin
periodistas no hay medios de comunicación y sin medios de comunicación no hay
democracia
La
“prensa canallesca” es una expresión acuñada por algunos jerarcas del
franquismo moribundo para mostrar su malestar y rechazo ante los intentos de la
amordazada prensa de la época por informar de lo que pasaba en la España de finales de la
dictadura de Franco; a estos fascistas no les gustaba que los lectores de
periódicos pudieran recibir información sobre huelgas, manifestaciones, y otras
muestras de que el país se movía en una línea, la democracia, y ellos, los que
mandaban con puño de hierro, estaban anclados aún en el clima bélico de su
“guerra” ganada a sangre y fuego. En efecto, para ellos, la prensa, los
periodistas (salvo los del régimen, claro) eran “canallas” que se jugaban su
libertad (más de uno dio con sus huesos en la cárcel), su patrimonio soportando
multas millonarias para la época y a los que a veces les cerraban periódicos,
como el diario Madrid, al que Fraga puso en su punto de mira hasta que acabó
con él. Muchos ejemplos se podrán añadir a los mencionados, pero no quiero
dejar de recordar en mi ciudad, Málaga, al diario Sol de España, que tuvo que
soportar un cierre temporal en 1974 por informar sobre las tropelías económicos
de Girón de Velasco (exministro de Trabajo de Franco); es de justicia recordar
y rendir homenaje a una serie de
periodistas que en este diario intentaron ejercer una libertad, la de
información, que en esos momentos estaba vedada en la España de Franco, y así
citar, entre otros y pidiendo disculpas por las omisiones, a Rafael de Loma,
Juan de Dios Mellado, Andrés García Maldonado, Horacio Eichelbaum, Rafael
Rodríguez, Juana Basabe, y el joven fotógrafo Rafael Díaz Pineda. Creo que
ningún estudiante de nuestra Facultad de Comunicación debería terminar sus
estudios sin conocer y valorar en sus justos términos, lo que sus mayores en la
profesión tuvieron que soportar en los años de la dictadura.
Y a
estos jóvenes, que en cualquiera de nuestras Universidades ahora se forman para
ser periodistas, les quiero destacar, en mi condición de jurista, la enorme
importancia que tiene lo que harán cuando, espero que pronto, se incorporen al
ejercicio de su digna profesión, y que no es otra cosa que la garantía de
nuestro derecho, el de todos, a recibir información veraz, como proclama el
artículo 20 de la
Constitución ; este precepto establece, entre otros
contenidos, que “1. Se reconocen y protegen los derechos: …..d) A comunicar o
recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley
regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el
ejercicio de estas libertades.” Los periodistas, en su trabajo en los medios de
comunicación, son pieza clave de un Estado democrático, y para muestra se debe
recordar lo que mantiene nuestro Tribunal Constitucional en unas de sus
primeras sentencias, al decir sobre este derecho que “... garantiza el
mantenimiento de una comunicación pública, sin la cual quedarían vaciados de
contenido real otros derechos que la Constitución consagra, reducidas a formas hueras
las instituciones representativas y absolutamente falseado el principio de
legitimidad democrática que enuncia el artículo 1.2 de la Constitución , y que
es la base de toda nuestra ordenación jurídico-política..., sin la cual no hay
sociedad libre ni, por tanto, soberanía popular...”(S.T.C. 6/1981, F.J. 3.º).
Por todo esto, se puede comprender que a los dictadores de cualquier pelaje,
les moleste tanto la prensa libre y se sientan tan cómodos con los que escriben
a su dictado.
Soy
consciente de que un medio de comunicación es una empresa, y que tiene que ser
viable, pero no es una empresa cualquiera, cumple un papel esencial en un
sistema democrático como ha quedado demostrado y los criterios de gestión deben
tener esto en cuenta para no dilapidar sus recursos humanos con despidos
masivos o cierres de medios y para no convertir nunca la publicidad
institucional en una inspiración de sus contenidos informativos.
Soy de
una generación donde comprar periódicos y leerlos eran hábitos cotidianos; los
mantengo, los intento inculcar en mis hijos y alumnos y muestro mi preocupación
ante el desapego de una parte importante de la juventud por el hecho
maravilloso de alumbrar un periódico todos los días. No podemos confundir nunca
la información dispersa y a veces anónima que circula por la red con un trabajo
informativo elaborado por profesionales.
Comprenderán
ahora, queridos lectores, que cuando me despedí de mis responsabilidades como
concejal hace ya casi un año, afirmara con total convicción, avalada por mi
propia experiencia, que “sin periodistas no hay medios de comunicación y sin
medios de comunicación no hay democracia”.