MIS DOS ÚLTIMAS COLUMNAS EN SUR
MANOS EN LOS
BOLSILLOS
Un país y una
economía sana nunca se pueden organizar al dictado de una oligarquía engolfada
Se levanta por la mañana temprano, quiere
mantener unos hábitos que le permitan reconocerse a si mismo como alguien
parecido a quien cotizaba, trabajaba y controlaba los destinos de su vida. En
su casa, la familia hace filigranas para llevar con dignidad la travesía en el
desierto del desempleo prolongado y evitar cualquier comentario, queja o
desahogo que le penetre como un cuchillo en su cada vez más debilitada
autoestima, la misma que antes le permitía afirma con orgullo que lleva
trabajando toda su vida y que a los suyos nunca le faltaría de nada mientras él
tuviera dos manos y salud.
La mentalidad imperante en la época del
cortejo a Laura, su novia entonces y esposa ahora, le llevó a pedirle que
dejara el trabajo en la oficina donde desde jovencilla entró a pasar los
escritos a máquina porque aprendió en una buena academia de mecanografía del
barrio, si, aquella donde Paco la recogía ilusionado para dar su paseo y
contarse sus cosas antes de dejarla en la puerta de su casa, previo intento,
con mayor o menor éxito, de un beso o lo que encartara. Uno de esos días Paco
llegó eufórico, ya lo habían hecho fijo en el taller donde trabajaba y se
podrían casar y que él llevaría el dinero a casa y ella cuidaría de la familia.
Vinieron los hijos, Laura seguía en su casa,
cuidando a su familia, sin amargura pero con algo de nostalgia piensa que
podría haber sido una buena madre y esposa trabajando y organizando las cosas
de otra forma, algunas de sus amigas lo hicieron y aguantan mejor la crisis
económica, Siempre ha querido a Paco y ahora que está casi todo el tiempo en
casa hablan de estas cosas y se dan cuenta que ellos ya no querían que su hijo
y su hija mantuvieran esos mismos roles, que estaban dispuestos a dejarse la
piel para que los dos tuvieran estudios, autonomía económica; no quieren para
sus hijos el mismo esquema de vida con el que ellos en su momento encauzaron su
vida.
Paco, un buen mecánico, un trabajador honrado
al que nunca nadie le ha regalado nada ni ha querido nada que no le
correspondiera, está en la calle a los 50 años, después de 32 acudiendo y
ganándose la vida en el taller donde comenzó de aprendiz. El jefe se jubiló y a
su heredero le hicieron las cuentas y sus trabajadores de siempre salían más
caros y ahora es muy fácil despedir y contratar barato y con pocos
derechos. Alguna vez se planteó tener
negocio propio pero era una persona organizada y ajustaba ingresos y gastos
para que en su casa no sobrara nada ni faltara lo básico, criando a sus hijos
junto con Laura en la cultura del esfuerzo y de la honestidad como seña de
identidad. El matrimonio no estaba muy ducho en las letras ni en la ciencia
pero no se regodeaban en la incultura, y sobre todo saltaban de alegría cuando
Paquito y Laurita (muy originales tampoco fueron en lo del nombre de los niños)
traían sus matrículas de honor ganadas a golpe de “sentadas” delante de los
libros. Quieren que sus vidas sean mejor que las suyas, y les importa un bledo
que los niños, y en especial la niña, no tengan la misma idea de la pareja y el
reparto de funciones en la misma, “los tiempos son distintos….”. Los chicos han
terminado sus carreras y gastan mucha tinta en repartir el currículum, no les
han tocado buenos tiempos pero tienen toda su vida por delante, y junto con
Laura, más fuerte y serena como es habitual en las mujeres, observan con pena y
preocupación como las manos de ese buen mecánico no salen de los bolsillos, de
cómo le gustaría tenerlas llenas de grasa en la jornada de un trabajo que no
recupera, de lo duro que resulta para Paco que le digan en todos los sitios que
no hay empleo para él y como la esperanza de los primeros meses de parado se
han convertido en una amargura callada que mira de reojo una cuenta corriente
escuálida donde los ahorrillos, pensados para una vejez más cómoda, declinan
día a día.
Esta familia es producto de mi imaginación,
pero no de mi enajenación. Son miles y miles los hogares que presentan un
panorama parecido e incluso mucho peor, son historias vivas de un sufrimiento
colectivo que no por sabido debe ser olvidado. El paro, y todo lo que conlleva,
están llevando a una callada y oculta
exclusión social a muchas personas que ni en sus peores pesadillas pensaron
verse de esta manera. No sé cuando saldremos de esta puñetera crisis (que no es
una maldición divina y por tanto tiene verdugos y víctimas), y ya en otras
ocasiones he publicado mi opinión sobre sus causas y sus remedios. Pero ahora
no toca la macroeconomía, simplemente
quería resaltar el enorme coste humano de la crisis y que cuando logremos salir de ella jamás
olvidemos que un país y una economía sana nunca se pueden organizar al dictado
de una oligarquía engolfada.
EL BUEN HUMOR Y LA
MALA LECHE
El buen humor es
signo de inteligencia, pero destrozar la dignidad de una persona lo único que
evidencia es un considerable grado de maldad, o en otras palabras, que tienen
muy “mala leche”
El buen humor es un magnífico
indicador de buen estilo y de saber estar, ya que incluso en momentos tensos,
un comentario atinado, una ironía con finura o un chiste de los de toda la vida
relaja el ambiente, acerca posiciones rígidas y sobre todo nos hacen más
humanos, más humildes, en especial cuando somos capaces de ponernos en primera
línea al reírnos de nosotros mismos. Lo mismo se puede aplicar cuando de lo que
hablamos es del sopor y aburrimiento que provocamos o que nos provocan, y como
profesor, alguna experiencia tengo de lo primero ya que más de 25 años de
docencia en las aulas de la universidad me ha enseñado, entre otras cosas, que
cuando se está explicando temas tan “apasionantes” como la caducidad del
procedimiento administrativo o la tipicidad en las infracciones en el ámbito
social, y además el auditorio mayoritario está compuesto por veinteañeros, un
“giro” dialéctico en clave de humor ayuda a que los bostezos no alcancen
proporciones elevadas que impida el normal desarrollo de la clase. En honor a
la verdad no siempre lo logro porque uno no es la alegría de la huerta.
Pero queridos/as amigos/as, el humor se torna
en chabacanería y mal gusto cuando la risa tiene costes colaterales en forma de
sufrimiento de la personas objeto de burlas despiadadas. Todo lo anterior viene
a cuento de una reciente sentencia del Tribunal Constitucional que ha puesto
coto a determinados programas de humor tan de moda en los últimos tiempos y que
pretenden tener patente de corso para ridiculizar sin más fin que el escarnio a
una persona, y más en concreto a un discapacitado que aparentemente presta su
consentimiento. No estoy hablando de programas que realizan una visión crítica,
incluso ácida de la realidad política y social y que se amparan en el legítimo
ejercicio del derecho a la información. Se trata de otra cosa muy distinta,
pues el programa televisivo en cuestión, “Crónicas marcianas”, entrevistó a un
señor que tenía reconocida una discapacidad física y psíquica del 66 por 100 y
le formuló una serie de preguntas con el objeto de confundir al entrevistado y
que cayese en contradicciones patentes dando lugar a que respondiera únicamente
“hombre, por supuesto”. En una segunda parte, el entrevistador permite que esta
persona se coloque de espaldas a la cámara para explicar lo que espera de una
mujer mientras se oyen risas y jolgorio. A lo anterior cabe añadir que la
citada entrevista fue reseñada días después en la página web del propio
programa “Crónicas marcianas” y la imagen de esta persona aparece con unas
enormes gafas y una foto distorsionada junto a la leyenda: “Periodista, soltero, ligón busca... J. tiene muy claro el tipo de
mujer que le gusta”, “si usted piensa que este hombre es guapo acuda a Ópticas
San Gabino, que decía un viejo anuncio de gafas. Pero si verdaderamente lo
sigue pensando, agradézcaselo a Javier Cárdenas, y sobre todo no dude en
permanecer alerta”.
Tras diversos avatares procesales que no
vienen al caso, el Ministerio Fiscal interpone un recurso de amparo ante el
Tribunal Constitucional, que le da la razón declarando que se ha vulnerado el
derecho al honor y a la propia imagen de la persona objeto de tan lamentable
escarnio y además señala que la información y la actividad desarrollada por
este programa carece, desde cualquier
perspectiva, del interés público y la relevancia pública necesaria para que
esté cubierta por el ejercicio de esa libertad por profesionales de la
información ya que “fue realizada
únicamente con propósito burlesco, para ridiculizar al entrevistado, poniendo
de relieve sus signos evidentes de discapacidad físicas y psíquicas”.
Sobre la alegación realizada por los
responsables del programa en el sentido de que la víctima de las burlas había
consentido ser entrevistado, el alto tribunal concluye que no
existe en este caso un consentimiento válido y eficaz ya que era
evidente la incapacidad del entrevistado
para tomar conciencia del alcance de la entrevista y de las características del
programa, por lo que los demandados utilizaron la situación de vulnerabilidad
de este señor “con la clara y censurable
intención de burlarse de sus condiciones físicas y psíquicas, atentando de esa
manera no sólo contra sus derechos al honor y a la propia imagen, sino incluso
contra su dignidad.”
Me alegro de esta sentencia porque contribuye
a recordar algo que desde pequeño debemos de tener muy claro, la dignidad de
las personas es sagrada, y si son más vulnerables (niños, discapacitados,
enfermos..), tanto más importante es su defensa. El buen humor es signo de
inteligencia, pero destrozar la dignidad y la consideración propia y ajena de
una persona lo único que evidencia es un considerable grado de maldad en quien
lo practica; en otras palabras, y permítanme la cruda expresión, que tienen muy
“mala leche”.