"LAS BATAS BLANCAS", mi columna de hoy en SUR
He tenido el honor de asistir a varios actos
donde jóvenes licenciados en Medicina se incorporaban a la práctica de su
profesión mediante la incorporación al Colegio de Médicos; procuraba fijarme en
sus caras y gestos, chicas y chicos que llevaban ya una mochila de mucho flexo
y pestañas quemadas con el “Harrison”, el “Lehninger” y otros mamotretos
similares, mucho laboratorio, y exámenes MIR; y lo que tenían por delante, años
de formación sanitaria, y cuando se quieren dar cuentan, se acercan los 40 y
aún no le han dado la oportunidad de demostrar su valía para un puesto fijo en
la sanidad pública porque se congelan las oposiciones. Pero ese día eso no
importa, son ya médicos y juran defendernos frente a la enfermedad y convertir
nuestra salud en su batalla diaria. Cada uno lo hará en su especialidad, ya que
son muchos los frentes que tienen por delante porque los seres humanos somos de
cristal y nuestros cuerpos y mentes sufren muchos ataques, tantos que la
ciencia no da abasto para responder al cien por cien. ¡Qué vulnerable somos
ante la enfermedad!, desde el maldito tumor que tratan de parar los oncólogos a
esa chica preciosa que cae en la anorexia porque su mente le deforma lo que el
espejo le dice y destroza su cuerpo ante el terror de seres querido. Los
médicos, junto a los profesionales de la Enfermería , Farmacia, Odontología, y de otras
actividades sanitarias, lo que piden es que los recortes y la privatizaciones
no les obliguen a rendirse frente a la enfermedad, que al menos tengan la
oportunidad de plantar cara al dolor humano, de evitarlo o al menos atenuarlo y
si la cosa no tiene remedio, que nos ayuden a irnos con dignidad. No se puede perder ni un día, cada
batalla ganada a la enfermedad es esperanza y vida, cada derrota suele ser
irreversible para el enfermo afectado y hay que procurar que al menos no sean
producto de la falta de recursos.
“La salud es un estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”,
este ambicioso principio es el primero que recoge el texto de la Constitución de la Organización Mundial
de la Salud ,
organismo especializado de Naciones Unidas que en julio de 1946 ya lo
proclamaba, antes incluso de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos de 1948. De eso se trata precisamente, de entender que
la protección de la salud (artículo 43 de la Constitución ) es un
derecho humano esencial, muy por encima del negocio y la rapiña. No soy un
integrista del estatalismo, creo que la iniciativa privada tiene su legítimo
papel, pero éste nunca puede ser el desmantelamiento de los dispositivos
públicos que garantizan la igualdad y equidad para aumentar el negocio de
algunos a costa de la salud de las personas. No nos engañemos, en esa espiral
una parte importante de la población (con los inmigrantes a la cabeza) será
carne de cañón, y ahí está el sistema sanitario de EEUU para comprobarlo, sin
olvidar, por supuesto, que los recursos son escasos y que hay que utilizarlos
con sentido común y sin derroches.
En resumen, cuando esté enfermo quiero ver
una bata blanca en el diagnóstico y
tratamiento, en el cuidado de enfermería y para expedir los
medicamentos, blanca, insisto, y no del color del dinero.
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