lunes, 13 de mayo de 2013


 MI COLUMNA DE HOY EN SUR

LOS SINDICATOS

 

El conflicto capital-trabajo existe, y la cobertura legal de los derechos laborales es producto de la lucha del movimiento obrero y sus sindicatos.

 

De un tiempo a esta parte se ha instalado un clima de hostilidad manifiesta hacia los sindicatos, y algunos  no  desaprovechan coloquios, conversaciones de café, o que se  les ha caído un lápiz al suelo, para despotricar contra los malvados sindicatos, causantes de casi todos los males por su aptitud irresponsable y por derrochones. Es tal el “animus injuriandi” del que hacen gala estos cruzados antisindicales que no les queda tiempo ni ganas para criticar a los defraudadores a la Hacienda, los que no dan de alta en la Seguridad Social a sus trabajadores, los que han destrozado las instituciones financieras y empresas que han administrado o algunos gestores públicos que han practicado el clientelismo y la lapidación de recursos públicos (en este caso, el olvido depende sobre todo del color político). Aguerridos tertulianos llegan a proponer que desaparezcan los sindicatos o en su caso se les ate corto, puede que tengan nostalgia de las concentraciones en el Bernabéu, con bailes regionales que expongan las peculiaridades folclóricas de nuestros probos “productores” (lo de trabajador suena muy rojo) en sana armonía con el capital, como establecía el Fuero del Trabajo de Franco al imponer la afiliación obligatoria a la Organización Sindical, inspirada en el corporativismo del fascismo italiano y donde empresarios y trabajadores convivían (de forma forzosa) ya que se negaba la contraposición capital-trabajo.

No estoy ni he estado afiliado a ninguna organización sindical por razones que no vienen al caso, pero desde 1976 hasta la presente he participado en muchas manifestaciones, huelgas, movilizaciones y actos  convocados por los sindicatos, y creo que mi trayectoria política en el PCE pone de manifiesto mi compromiso en la defensa de los trabajadores. Sin embargo, lo anterior no impide que pueda compartir algunas críticas justas hacia la actuación de las direcciones sindicales en España, caracterizada demasiada veces por un acomodamiento en su perfil institucional frente al necesario activismo en los centros de trabajo, con una política de pactos, que si en su sentido general comparto, a veces les ha llevado, por ingenuidad o simple entreguismo, a cerrar acuerdos lesivos a los trabajadores, y con una falta de reacción temeraria al progresivo descenso en la afiliación, el deterioro de la representatividad y prestigio que acumularon en su lucha por la democracia (con personajes míticos como Marcelino Camacho) o la  dependencia en exceso de la financiación institucional. Además se tendría que haber controlado a determinados dirigentes sindicales que han desprestigiado a todo el colectivo, con horas sindicales mal utilizadas, caraduras que han utilizado su cargo sindical para medrar y conseguir beneficios personales inmerecidos y en casos extremos sinvergüenzas que han cometidos delitos como en el execrable caso de los ERE fraudulentos.

Siendo lo anterior verdad, ¿podemos descalificar por eso a decenas de miles de afiliados y dirigentes sindicales honrados que dedican mucho tiempo y esfuerzo para defender a sus compañeros de trabajo?; no hace falta recordar que cuando se quiere cometer un atropello laboral en una empresa  la resistencia por lo general reside en esos hombres y mujeres que al amparo de la libertad sindical, dan la cara por los trabajadores, y asumen en muchos casos represalias por ejercer esa noble tarea. Es probable que algunos de esos críticos feroces de todo lo que  huela a sindicalismo, si se encontraran inmersos en una dificultad laboral acudan en demanda de apoyo a los mismos que despellejan con tanto entusiasmo.

No nos engañemos, sin sindicatos activos la ofensiva neoliberal de desmantelamiento del Estado Social que consagra nuestra Constitución sería un verdadero paseo militar. El conflicto capital-trabajo existe, y la cobertura legal de los derechos laborales (aunque debilitada en los últimos tiempos) es producto de la lucha del movimiento obrero y sus sindicatos. La limitación de la jornada laboral, el descanso semanal o la prohibición del trabajo de los niños no fueron gratuitas, costaron mucha sangre y lágrimas de anónimos sindicalistas. Warren Buffet, una de las personas más ricas de EEUU, en un alarde de sinceridad afirma que  “la lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando“. Sin sindicatos no habría resistencia, solo rendición incondicional.   

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