LOS SINDICATOS
El conflicto
capital-trabajo existe, y la cobertura legal de los derechos laborales es
producto de la lucha del movimiento obrero y sus sindicatos.
De un tiempo a esta parte se ha instalado un
clima de hostilidad manifiesta hacia los sindicatos, y algunos no
desaprovechan coloquios, conversaciones de café, o que se les ha caído un lápiz al suelo, para despotricar
contra los malvados sindicatos, causantes de casi todos los males por su
aptitud irresponsable y por derrochones. Es tal el “animus injuriandi” del que
hacen gala estos cruzados antisindicales que no les queda tiempo ni ganas para
criticar a los defraudadores a la
Hacienda , los que no dan de alta en la Seguridad Social
a sus trabajadores, los que han destrozado las instituciones financieras y
empresas que han administrado o algunos gestores públicos que han practicado el
clientelismo y la lapidación de recursos públicos (en este caso, el olvido
depende sobre todo del color político). Aguerridos tertulianos llegan a
proponer que desaparezcan los sindicatos o en su caso se les ate corto, puede
que tengan nostalgia de las concentraciones en el Bernabéu, con bailes
regionales que expongan las peculiaridades folclóricas de nuestros probos
“productores” (lo de trabajador suena muy rojo) en sana armonía con el capital,
como establecía el Fuero del Trabajo de Franco al imponer la afiliación
obligatoria a la Organización
Sindical , inspirada en el corporativismo del fascismo
italiano y donde empresarios y trabajadores convivían (de forma forzosa) ya que
se negaba la contraposición capital-trabajo.
No estoy ni he estado afiliado a ninguna
organización sindical por razones que no vienen al caso, pero desde 1976 hasta
la presente he participado en muchas manifestaciones, huelgas, movilizaciones y
actos convocados por los sindicatos, y
creo que mi trayectoria política en el PCE pone de manifiesto mi compromiso en
la defensa de los trabajadores. Sin embargo, lo anterior no impide que pueda
compartir algunas críticas justas hacia la actuación de las direcciones
sindicales en España, caracterizada demasiada veces por un acomodamiento en su
perfil institucional frente al necesario activismo en los centros de trabajo,
con una política de pactos, que si en su sentido general comparto, a veces les
ha llevado, por ingenuidad o simple entreguismo, a cerrar acuerdos lesivos a
los trabajadores, y con una falta de reacción temeraria al progresivo descenso en
la afiliación, el deterioro de la representatividad y prestigio que acumularon
en su lucha por la democracia (con personajes míticos como Marcelino Camacho) o
la dependencia en exceso de la
financiación institucional. Además se tendría que haber controlado a
determinados dirigentes sindicales que han desprestigiado a todo el colectivo,
con horas sindicales mal utilizadas, caraduras que han utilizado su cargo
sindical para medrar y conseguir beneficios personales inmerecidos y en casos
extremos sinvergüenzas que han cometidos delitos como en el execrable caso de
los ERE fraudulentos.
Siendo lo anterior verdad, ¿podemos
descalificar por eso a decenas de miles de afiliados y dirigentes sindicales
honrados que dedican mucho tiempo y esfuerzo para defender a sus compañeros de
trabajo?; no hace falta recordar que cuando se quiere cometer un atropello
laboral en una empresa la resistencia
por lo general reside en esos hombres y mujeres que al amparo de la libertad
sindical, dan la cara por los trabajadores, y asumen en muchos casos
represalias por ejercer esa noble tarea. Es probable que algunos de esos
críticos feroces de todo lo que huela a
sindicalismo, si se encontraran inmersos en una dificultad laboral acudan en
demanda de apoyo a los mismos que despellejan con tanto entusiasmo.
No nos engañemos, sin sindicatos activos la
ofensiva neoliberal de desmantelamiento del Estado Social que consagra nuestra
Constitución sería un verdadero paseo militar. El conflicto capital-trabajo
existe, y la cobertura legal de los derechos laborales (aunque debilitada en
los últimos tiempos) es producto de la lucha del movimiento obrero y sus
sindicatos. La limitación de la jornada laboral, el descanso semanal o la
prohibición del trabajo de los niños no fueron gratuitas, costaron mucha sangre
y lágrimas de anónimos sindicalistas. Warren Buffet, una de las personas más
ricas de EEUU, en un alarde de sinceridad afirma que “la lucha de clases sigue existiendo, pero la
mía va ganando“. Sin sindicatos no habría resistencia, solo rendición
incondicional.
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