Muchos “giles” andan aún sueltos; mi homenaje a los que día a día les
plantan cara.
Bárcenas, los Eres en Andalucía,
el aeropuerto sin aviones de Fabra en Castellón, las “mordidas” en la
contratación pública, el enchufismo en el acceso al Empleo Público, y podríamos
seguir y seguir. Este clima de golfos despendolados no es nuevo y hoy me
gustaría hablarles de un pasado reciente, de una gran ciudad que sufrió a
gobernantes inmorales, sostenidos por un incomprensible respaldo electoral de
una parte importante de sus vecinos y por un desmantelamiento, mediante la
depuración y el miedo, de los mecanismos internos de control. Tampoco (salvo
contadas ocasiones) los jueces y las Administraciones del Estado y de la Junta reaccionaron con decisión
y prontitud para poner coto a tantos desmanes cometidos desde el principio de
la gestión de esta mafia. La prensa (con la excepción del desaparecido
Diario16), dejó pasar demasiados años para
cumplir su esencial función de informar a la ciudadanía sobre el saqueo
sistemático a las arcas públicas. Y, seamos sinceros, tampoco ayudó esa letanía
cansina, simplona, exasperante, que uno escuchaba en bocas iletradas pero
también en sofisticados “líderes” (o eso se creen ellos) de opinión, ¡qué
bonita esta Marbella!, ¡qué limpia!, “roban como todos, pero al menos hacen
algo”.
En efecto amigos, hablo de ese
fallo estrepitoso del Estado de Derecho que significó la delictiva gestión de
Gil y sus lacayos, y que tiene como acta de nacimiento precisamente el verano
de hace 22 años. Quince años tuve que esperar para que estos ojos vieran
publicado en el BOE el Real Decreto 421/2006, de 7 de abril, por el que se
dispone la disolución del Ayuntamiento de Marbella (cuantas veces nos quedamos
solos en IU pidiéndolo durante años), iniciando el trabajo de la Gestora que gestionó la
ciudad con la mejor voluntad y mucha herencia indeseada y pocos medios, hasta que
las urnas hablaron en las siguientes elecciones. El gilismo enseñó “sus
patitas” desde el primer día, no cabía engaño con los antecedentes del
indultado por Franco, Jesús Gil, responsable penal de decenas de muertos en una
edificación de Segovia donde la vida costaba menos que el cemento. La
“compañía” de este sujeto era lo más granado entre ladrones y parásitos, tanto locales como foráneos.
Y sin desfallecer se pusieron a la titánica tarea de proporcionar casos
prácticos de Derecho Penal, útiles para la formación de los futuros juristas,
ya que violaron casi todo el articulado del Código Penal, incluido el delito de
traición a España (recuerden las andanzas de esta tropa en Ceuta y en Melilla).
Este despropósito se podía haber
evitado, sobró mucha complicidad y cobardía en demasiados. Queda para la
historia y los tribunales depurar responsabilidades. Y esa convicción personal
se fundamenta en que sufrí en primera persona y desde el principio este fracaso
de la razón y la democracia. Agosto de 1991, un joven Secretario del
Ayuntamiento de Marbella se queda como único “Cuerpo Nacional” (funcionarios
del Estado dedicados al control jurídico y económico de las entidades locales),
Gil ha conseguido desmantelar los controles, y solo le estorbaba, según
vociferaba en la TV
y en las radios, “ese secretario que le quiere parar el Ayuntamiento”. Ese
“estorbo” que firmaba advertencias de ilegalidad ante tanta tropelía era el que
les tortura con esta columna y servidor de ustedes, con 27 añitos e incluso con
pelo. Y para que no me “cansara” tanto en intentar parar esas patadas a la ley,
pues, ¡vacaciones!, pero forzosas. Muchos “giles” andan aún sueltos; sirvan
estas líneas para mi homenaje a los que día a día les plantan cara, ciudadanos,
jueces, periodistas, funcionarios y representantes elegidos por el Pueblo; personas que
dignifican con su ejemplo a nuestro sistema democrático.
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