miércoles, 28 de agosto de 2013




DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS (CORTITA, DE VERDAD)

Ayer publiqué la primera “nota de trabajo”; me salió muy larga y cansina. Quiero hacer una declaración de principios y hacer propósito de enmienda; me gustaría contar con algún alma cándida que lea mis “notas”, por lo que la enmienda viene en el sentido de aligerar la extensión de las mismas (esta y las que vengan serán más cortas) y ampliar el abanico de materias, comenzando la exposición por las parcelas del saber que puedan tener una mayor amplitud de interesados (vamos, casi todas antes que el Derecho, vamos a reconocerlo) y terminándola con mis cosas de leguleyos. Procuraré anotar (de ahí viene el nombre) dejando la extensión y detalle para otras publicaciones.
Dicho lo anterior, con más o menos lectores, quisiera tener alguno a quien le pueda servir estos modestos escritos, pues han sido y serán redactados con la idea de aprovechar mi experiencia (más por la cantidad que por la calidad) de más de 40 años como lector (mis inolvidables Tebeos y Mortadelo y Filemón fueron los principales alicientes para aprender a leer, y no el “Mio Cid”, vamos a reconocerlo), en lo que aprender no sé si habré aprendido mucho, pero leer, releer, acertar, equivocarme, escribir, tirar lo escrito, me ha servido para adquirir ciertos hábitos en el trabajo de estudiar y enseñar (aprendiendo al mismo tiempo) que seguro puede ayudar a alguien, aunque sea para no equivocarse con mis mismos fallos.
Estas crónicas son de muchas horas, muchísimas, de  mesa y tarima, libros, papeles, manuscritos, bendito ordenador personal (gloria eterna a quien los inventó), lecturas tontas y prescindibles, otras esenciales,  y la sincera conciencia de lo mucho que queda por leer y lo cortita que es la vida para dejar algo que merezca ser leído. Y muchas clases, las recibidas de mis profesores, y las que he dado desde hace 26 años para desgracia de los que se han matriculado de mis asignaturas (bueno, los de asignaturas obligatorias no tenían más remedio si querían sacar la carrera, los pobres no podían escapar).
Los destinatarios iniciales de estas notas eran mis hijos, Pedro y Laura, ya estudiantes de Derecho (María, con 11 añitos, se resiste con habilidad alegando que es menor), y lo que quería era que sirviera de guía orientativa en los inicios de sus estudios universitarios. Como era público cautivo (en casa los pillaba, incluso con arresto domiciliario, al menos para darles la tabarra un ratito) y son mis hijos, angelitos, por no ofender a su anciano padre, no tengo muy claro si les sirve los discursitos que les doy; ellos dicen que sí, pero noto en sus rostros a la medida en que pasa los minutos una cara de desesperación y observo que miran las posibles salidas (puertas y ventanas) en caso de que mi matraca se extienda más de lo que todo buen hijo deba soportar (el cariño filial tiene sus límites). Trini, mi mujer, compañera de carrera (y por tanto sufridora desde tiempo inmemorial), la verdad es que disimula mejor que los niños el sueño que le entra con mis charlas de “método”. Los alumnos, como ha quedado dicho, llevan años escuchando estas “guías” de lectura. Pues bien, como el sadismo no tiene límites, ahora extiendo por la red estas notas.
Y como lo prometido es deuda, termino. En próximos días, meses, años, decenios, (lo de siglo me parece arriesgado) se irán consignando aquí, en mi blog, y en mi web. Espero que esta perorata ayude a que las próximas “notas de trabajo” no provoquen una huida masiva, sino ordenada.
Siempre habrá un ingenuo despistado que caiga en su lectura; si algo aprende de mis equivocaciones y aciertos me doy por satisfecho. Pero no quiero dejar de decir que de lo que más he aprendido es de la conversación con gente de todo tipo, desde grandes universitarios hasta modestos trabajadores; en todos encontré sabiduría y calidad humana.
Por si a alguien le sirve, nunca olvidaré a Antonio Segura, cuyo nombre de “guerra” en la clandestinidad  era “el tumbas”, veterano militante comunista en el franquismo. Este hombre era conductor de un motocarro y hacia “portes”; así se ganaba la vida, no tenía estudios, pero os puedo asegurar (yo estaba presente), que sin prepararlo y de un tirón, era capaz de hablar durante una hora de las relaciones económicas derivadas del descubrimiento de América, y en concreto en su influencia en las finanzas de la Corona española en conexión con los banqueros de Carlos V; ¡vamos!, como decimos en Málaga, un artista.

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