viernes, 15 de noviembre de 2013


PERIODISTAS

 

Sin periodistas no hay medios de comunicación y sin medios de comunicación no hay democracia

 

La “prensa canallesca” es una expresión acuñada por algunos jerarcas del franquismo moribundo para mostrar su malestar y rechazo ante los intentos de la amordazada prensa de la época por informar de lo que pasaba en la España de finales de la dictadura de Franco; a estos fascistas no les gustaba que los lectores de periódicos pudieran recibir información sobre huelgas, manifestaciones, y otras muestras de que el país se movía en una línea, la democracia, y ellos, los que mandaban con puño de hierro, estaban anclados aún en el clima bélico de su “guerra” ganada a sangre y fuego. En efecto, para ellos, la prensa, los periodistas (salvo los del régimen, claro) eran “canallas” que se jugaban su libertad (más de uno dio con sus huesos en la cárcel), su patrimonio soportando multas millonarias para la época y a los que a veces les cerraban periódicos, como el diario Madrid, al que Fraga puso en su punto de mira hasta que acabó con él. Muchos ejemplos se podrán añadir a los mencionados, pero no quiero dejar de recordar en mi ciudad, Málaga, al diario Sol de España, que tuvo que soportar un cierre temporal en 1974 por informar sobre las tropelías económicos de Girón de Velasco (exministro de Trabajo de Franco); es de justicia recordar y rendir homenaje  a una serie de periodistas que en este diario intentaron ejercer una libertad, la de información, que en esos momentos estaba vedada en la España de Franco, y así citar, entre otros y pidiendo disculpas por las omisiones, a Rafael de Loma, Juan de Dios Mellado, Andrés García Maldonado, Horacio Eichelbaum, Rafael Rodríguez, Juana Basabe, y el joven fotógrafo Rafael Díaz Pineda. Creo que ningún estudiante de nuestra Facultad de Comunicación debería terminar sus estudios sin conocer y valorar en sus justos términos, lo que sus mayores en la profesión tuvieron que soportar en los años de la dictadura.

 

Y a estos jóvenes, que en cualquiera de nuestras Universidades ahora se forman para ser periodistas, les quiero destacar, en mi condición de jurista, la enorme importancia que tiene lo que harán cuando, espero que pronto, se incorporen al ejercicio de su digna profesión, y que no es otra cosa que la garantía de nuestro derecho, el de todos, a recibir información veraz, como proclama el artículo 20 de la Constitución; este precepto establece, entre otros contenidos, que “1. Se reconocen y protegen los derechos: …..d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.” Los periodistas, en su trabajo en los medios de comunicación, son pieza clave de un Estado democrático, y para muestra se debe recordar lo que mantiene nuestro Tribunal Constitucional en unas de sus primeras sentencias, al decir sobre este derecho que “... garantiza el mantenimiento de una comunicación pública, sin la cual quedarían vaciados de contenido real otros derechos que la Constitución consagra, reducidas a formas hueras las instituciones representativas y absolutamente falseado el principio de legitimidad democrática que enuncia el artículo 1.2 de la Constitución, y que es la base de toda nuestra ordenación jurídico-política..., sin la cual no hay sociedad libre ni, por tanto, soberanía popular...”(S.T.C. 6/1981, F.J. 3.º). Por todo esto, se puede comprender que a los dictadores de cualquier pelaje, les moleste tanto la prensa libre y se sientan tan cómodos con los que escriben a su dictado.

Soy consciente de que un medio de comunicación es una empresa, y que tiene que ser viable, pero no es una empresa cualquiera, cumple un papel esencial en un sistema democrático como ha quedado demostrado y los criterios de gestión deben tener esto en cuenta para no dilapidar sus recursos humanos con despidos masivos o cierres de medios y para no convertir nunca la publicidad institucional en una inspiración de sus contenidos informativos.

 

Soy de una generación donde comprar periódicos y leerlos eran hábitos cotidianos; los mantengo, los intento inculcar en mis hijos y alumnos y muestro mi preocupación ante el desapego de una parte importante de la juventud por el hecho maravilloso de alumbrar un periódico todos los días. No podemos confundir nunca la información dispersa y a veces anónima que circula por la red con un trabajo informativo elaborado por profesionales.

 

Comprenderán ahora, queridos lectores, que cuando me despedí de mis responsabilidades como concejal hace ya casi un año, afirmara con total convicción, avalada por mi propia experiencia, que “sin periodistas no hay medios de comunicación y sin medios de comunicación no hay democracia”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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