domingo, 2 de junio de 2013


 

"CÓMICOS", mi columna de hoy en SUR

 

Los actores son mujeres y hombres que al interpretar, han sabido “hacer” de otros siendo ellos mismos.

 

Febrero de 1975, por primera vez en España los actores defiende sus derechos con una huelga; Franco está vivo y el régimen no gasta remilgos con los “cómicos”, detenciones y fuertes multas acaban con el paro del sector, pero sacó lo mejor del mismo, con la solidaridad de figuras consagradas que se incorporaron al paro y con un apoyo general mediante colectas para sacar de la cárcel a los líderes de la protesta. Víctor Manuel le puso música al panorama cotidiano de las actrices y actores españoles, “duermen vestidos, viven desnudos, beben la vida a tragos. Son adorados, son calumniados,  como dioses de barro”. “Cómicos” era la forma genérica de llamar a todos los que interpretaban, desde las viejas compañías que recorrían la geografía española hasta los que actuaban en teatros consagrados, con la ulterior incorporación del cine y la televisión; es una profesión que ha existido desde la antigüedad y que como dice la canción recibe a la par halagos y desprecios, y que día a día se gana su derecho a la dignidad profesional y laboral con el concurso de los que escriben, dirigen e interpretan, y la necesaria colaboración de los que producen y dan la cobertura técnica para la fotografía, sonido o atrezzo. No es un oficio fácil, lo saben los actores de ahora y los del futuro que ahora se preparan en nuestras escuelas de arte dramático; antes era peor, y en “Ay, Carmela!”, Carlos Saura lo describe de forma magistral con su entrañable compañía “Carmela y Paulino, Varietés a lo Fino” o un no menos genial Fernando Fernán Gómez, que en su “El viaje a ninguna parte” nos recrea el declive de la compañía de D Arturo Galván, y su quijotesca resistencia a los nuevos tiempos.

 

El “artisteo”, como a veces de forma peyorativa se llama a los intérpretes, son mujeres y hombres que han sabido “hacer” de otros, siendo ellos mismos; unos lo harán mejor y otros no serán tan brillantes, ¡cómo en todos los oficios!, pero no acabo de entender esa inquina que a veces sufren, en especial los que al recoger un premio a sus méritos  expresan lo que piensan de la guerra o de la crisis, y si embargo esos críticos jalean con entusiasmo al galán venido a menos que califica de “manada” a los manifestantes contra el PP. En fin, gustos aparte, en este gremio hay de todo, y es evidente que defectos como la soberbia, el divismo y la  frivolidad encuentran entre los actores y actrices un espacio de mayor visibilidad por la naturaleza de personas públicas que tienen, pero en otros trabajos encontramos también insoportables especialistas en su ombligo, aunque su público sea reducido y cautivo (empleados, subordinados, alumnos…) y no por eso condenamos a la “hoguera de las vanidades” al grupo a los que pertenecen. A lo mejor es buen momento para recordar que cuando en EEUU se desata la caza de brujas contra los comunistas, reales o ficticios, en el “frívolo” Hollywood algunos actores, directores y guionistas dan con sus huesos en la cárcel y sufren ostracismo por defender las libertades civiles más elementales

 

No sé a ustedes, queridos lectores, pero mi vida, con alegrías y penas, como todos, se hace más amable cuando disfruto de interpretaciones sublimes en teatro, cine o televisión, poniendo carne y hueso a emociones y experiencias, con historias bien escritas y con puestas en escena de gran belleza. El binomio candidez-dignidad de Azarías en los “Santos Inocentes”  no es imaginable sin el rostro y voz de alguien de la talla de Paco Rabal y no es posible entender como éramos y somos los españoles sin un guionista como Rafael Azcona o directores como Berlanga y su peculiar forma de crear ternura y humor en medio de una guerra en “La vaquilla”. Sin el “artisteo” no tendríamos esa gran historia de amor y remordimientos protagonizada por Lucía Bosé y Alberto Closas en “Muerte de un ciclista” de Juan Antonio Bardem ni hubiéramos reído y pensado igual si Pepe Isbert no se hubiera colado en nuestras vidas en “Bienvenido Mr. Marshall” o “El Verdugo”. Perdonen la deformación profesional, pero no me resisto a recomendar a mis alumnos el memorable canto a la justicia de “Matar a un ruiseñor”, con un Gregory Peck encarnando al valiente y honesto abogado Atticus Finch. Y el cine, digámoslo todo, ha permitido que belleza e inteligencia se pusieran al mundo por montera en “Con faldas y a lo loco”, y una espectacular Marilyn Monroe. No soy un cinéfilo, pero se me ocurren centenares de ejemplos como los mencionados, ejemplos de personas que construyen visibles mundos paralelos que te hacen reír, llorar y pensar, cortando el tiempo entre un “acción, se rueda” y un “corten, fin”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario