"CÓMICOS", mi columna de hoy en SUR
Los actores son
mujeres y hombres que al interpretar, han sabido “hacer” de otros siendo ellos
mismos.
Febrero de 1975, por primera vez en España
los actores defiende sus derechos con una huelga; Franco está vivo y el régimen
no gasta remilgos con los “cómicos”, detenciones y fuertes multas acaban con el
paro del sector, pero sacó lo mejor del mismo, con la solidaridad de figuras
consagradas que se incorporaron al paro y con un apoyo general mediante
colectas para sacar de la cárcel a los líderes de la protesta. Víctor Manuel le
puso música al panorama cotidiano de las actrices y actores españoles, “duermen
vestidos, viven desnudos, beben la vida a tragos. Son adorados, son
calumniados, como dioses de barro”.
“Cómicos” era la forma genérica de llamar a todos los que interpretaban, desde
las viejas compañías que recorrían la geografía española hasta los que actuaban
en teatros consagrados, con la ulterior incorporación del cine y la televisión;
es una profesión que ha existido desde la antigüedad y que como dice la canción
recibe a la par halagos y desprecios, y que día a día se gana su derecho a la
dignidad profesional y laboral con el concurso de los que escriben, dirigen e
interpretan, y la necesaria colaboración de los que producen y dan la cobertura
técnica para la fotografía, sonido o atrezzo. No es un oficio fácil, lo saben
los actores de ahora y los del futuro que ahora se preparan en nuestras
escuelas de arte dramático; antes era peor, y en “Ay, Carmela!”, Carlos Saura
lo describe de forma magistral con su entrañable compañía “Carmela y Paulino,
Varietés a lo Fino” o un no menos genial Fernando Fernán Gómez, que en su “El
viaje a ninguna parte” nos recrea el declive de la compañía de D Arturo Galván,
y su quijotesca resistencia a los nuevos tiempos.
El “artisteo”, como a veces de forma
peyorativa se llama a los intérpretes, son mujeres y hombres que han sabido
“hacer” de otros, siendo ellos mismos; unos lo harán mejor y otros no serán tan
brillantes, ¡cómo en todos los oficios!, pero no acabo de entender esa inquina
que a veces sufren, en especial los que al recoger un premio a sus méritos expresan lo que piensan de la guerra o de la
crisis, y si embargo esos críticos jalean con entusiasmo al galán venido a
menos que califica de “manada” a los manifestantes contra el PP. En fin, gustos
aparte, en este gremio hay de todo, y es evidente que defectos como la
soberbia, el divismo y la frivolidad
encuentran entre los actores y actrices un espacio de mayor visibilidad por la
naturaleza de personas públicas que tienen, pero en otros trabajos encontramos
también insoportables especialistas en su ombligo, aunque su público sea
reducido y cautivo (empleados, subordinados, alumnos…) y no por eso condenamos
a la “hoguera de las vanidades” al grupo a los que pertenecen. A lo mejor es
buen momento para recordar que cuando en EEUU se desata la caza de brujas
contra los comunistas, reales o ficticios, en el “frívolo” Hollywood algunos
actores, directores y guionistas dan con sus huesos en la cárcel y sufren ostracismo
por defender las libertades civiles más elementales
No sé a ustedes, queridos lectores, pero mi
vida, con alegrías y penas, como todos, se hace más amable cuando disfruto de
interpretaciones sublimes en teatro, cine o televisión, poniendo carne y hueso
a emociones y experiencias, con historias bien escritas y con puestas en escena
de gran belleza. El binomio candidez-dignidad de Azarías en los “Santos
Inocentes” no es imaginable sin el
rostro y voz de alguien de la talla de Paco Rabal y no es posible entender como
éramos y somos los españoles sin un guionista como Rafael Azcona o directores
como Berlanga y su peculiar forma de crear ternura y humor en medio de una
guerra en “La vaquilla”. Sin el “artisteo” no tendríamos esa gran historia de
amor y remordimientos protagonizada por Lucía Bosé y Alberto Closas en “Muerte
de un ciclista” de Juan Antonio Bardem ni hubiéramos reído y pensado igual si Pepe
Isbert no se hubiera colado en nuestras vidas en “Bienvenido Mr. Marshall” o “El
Verdugo”. Perdonen la deformación profesional, pero no me resisto a recomendar
a mis alumnos el memorable canto a la justicia de “Matar a un ruiseñor”, con un
Gregory Peck encarnando al valiente y honesto abogado Atticus Finch. Y el cine,
digámoslo todo, ha permitido que belleza e inteligencia se pusieran al mundo
por montera en “Con faldas y a lo loco”, y una espectacular Marilyn Monroe. No
soy un cinéfilo, pero se me ocurren centenares de ejemplos como los
mencionados, ejemplos de personas que construyen visibles mundos paralelos que
te hacen reír, llorar y pensar, cortando el tiempo entre un “acción, se rueda”
y un “corten, fin”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario